MUSEO VIRTUAL DE

 

HISTORIA DE LA MASONERÍA

      

ICONOGRAFÍA DEL GRAN ARQUITECTO DEL UNIVERSO EN LA EDAD MEDIA

 

Dios  como Geómetra. Codice 1179, fol. 1 v

Biblioteca Nacional de Viena

           
     

La representación de Dios, compás en mano y siguiendo las leyes de la geometría, fue una imagen usual del arte y literatura medieval para simbolizar su función como Cosmocrator o Arquitecto del Universo que se va a generalizar a medida que la profesión de arquitecto adquiere más importancia. Inspirado en tales precedentes, el arquitecto medieval, a la vez que se situaba como digno sucesor de esa cadena de ilustres obreros a la hora de aplicar el Arte Real, legitimaba su ascenso social en el mundo medieval estamental. Tales representaciones iconográficas se basan, entre otros, en Proverbios, 8, 27: «Cuando afirmó los cielo, allí estaba yo (la Sabiduría); cuando trazó un círculo sobre la faz del abismo... yo estaba junto a El como aprendiz”. Es la Sabiduría quien “ha edificado su casa, ha tallado sus siete columnas” (Prov. 9,1). Dios pregunta «¿Dónde estabas cuando yo cimentaba la tierra?... ¿Quién determinó, si lo sabes, sus medidas? ¿Quién tendió sobre ella el nivel? ¿Sobre qué descansan sus pilotes o quién asentó su piedra angular?...» (Job. 38, 4-6). Jesucristo se compara con la «piedra angular» del edificio: «¿No habéis leído nunca en las Escrituras: la piedra que los edificadores habían rechazado, ésa fue hecha cabeza angular?» (Mt. 21, 42).

       

 
       

 

 

En otras ocasiones Dios aparece en el Antiguo Testamento como Arquitecto o Geómetra revelando la “medida perfecta”. Así, en Génesis 6 revela a Noé las medidas y detalles constructivos del Arca. También revelará el diseño del Arca de la Alianza y las medidas y proporciones del Templo según una “medida adecuada”; «Me harán un santuario y Yo habitaré en medio de ellos. Lo harán conforme a todo lo que voy a mostrar como modelo del tabernáculo y de todos sus utensilios…» (Éx. 25, 8-9). Es Dios quien revela e inspira sus proyectos a los más devotos. A Besalel y Oliab, elegidos como arquitectos del Arca de la Alianza, Dios «los había llenado de un espíritu de sabiduría, de inteligencia y de ciencia para toda suerte de obras, para proyectar todo lo que puede hacerse» (Éx. 35, 34). Las medidas perfectas o adecuadas del templo de Jerusalén son reveladas por Dios a Ezequiel mediante una visión en la que aparecen “una cuerda de lino y una vara de medir” (Ezequiel, 40, 3) para que se construya «según el modelo del santo tabernáculo que Tú habías preparado desde el comienzo». Igualmente, en el libro primero de los Reyes se describen las instrucciones dadas por Dios a David, y que este transmitió a su hijo Salomón para erigir el templo conforme al «modelo de todas las cosas que le habían sido inspiradas por el Espíritu que estaba con él» (I Reyes 5,18; 8,18...).

 

 

    

Representación de Dios en el momento en que procede a la creación ordenando el caos, según la Biblia de San Luis de la Catedral de Toledo

         

 

También es Dios quien aparece como Arquitecto de la Ciudad Santa de Jerusalén; «Dios es quien edifica Jerusalén» (Sal. 146). Es también el Maestro de Obras de la Ciudad Santa; «asentada sobre cimientos eternos de la que Dios es arquitecto y constructor» (San Pablo, Heb. 11, 9-10). Tanto la ciudad terrestre como el templo cristiano se consideran un reflejo en la tierra del arquetipo celeste representado por la Jerusalén del Apocalipsis de San Juan cuyas dimensiones son también proyectadas por un ángel arquitecto mediante una caña de oro (Apoc. 21). Bajo tales modelos, la tarea del constructor humano consiste en imitar al Gran Arquitecto del Universo transformando el caos en cosmos mediante la aplicación de las leyes y proporciones que rigen el universo. Porque, en definitiva, tales proporciones, en rigor, no son descubiertas por el hombre, sino que le son “reveladas” o “mostradas” en el momento adecuado.

 

         Extractado de: Javier Alvarado Planas, Heráldica, simbolismo y usos tradicionales de las corporaciones de Oficio; las marcas de canteros, Madrid, 2009, pp. 37-40.

    

 

        

  

   
        
  

 

 
               
  

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